Reflexiones sobre la situación libanesa

14 de agosto, 2020 – por Rocco Rossetti

Tras los últimos acontecimientos en el Líbano, es decir, la explosión en el puerto de Beirut y las manifestaciones populares contra el régimen que la han seguido, me gustaría reflexionar y detenerme sobre algunos aspectos. Por un lado, el significado del fracaso del modelo de régimen estatal libanés, y por el otro el complejo reto y las contradicciones que caracterizan las esperanzas y las iniciativas populares. Para referirnos a algunas categorías que solemos emplear, podemos decir que la decadencia de los aparatos estatales se manifiesta de una manera muy significativa, pero que la emersión humana, combinándose con las emergencias (sanitaria y social, además de las tragedias de distinta índole) suponen desafíos complejos para sus protagonistas.

¿Qué nos dicen los acontecimientos de Beirut? Una tremenda tragedia debida a una negligencia criminal se convierte en el símbolo del fracaso del Estado libanés. Negligencia criminal como mínimo porque, considerando el contexto y los actores implicados, no se puede descartar la combinación entre la oportunidad ofrecida por un barco-bomba y una intención terrorista. La sombra del fracaso estatal libanés se extiende más allá del país. Se trata de un factor de desestabilización regional y supone además el fracaso de un modelo. Un modelo que se experimentó después de la guerra civil que asoló el país entre 1975 y 1990. Fue un escenario bélico que no implicó solamente a las comunidades étnico religiosas residentes históricamente en el Líbano, como la cristiano maronita, las musulmanas suní y chií y la drusa, sino también a los refugiados palestinos y a las facciones de la OLP y a las potencias vecinas como Israel y Siria. En el Líbano tuvieron lugar acontecimientos clave de la historia de Oriente Medio: el asedio al campo de refugiados palestino de Tal el Zaatar en 1977 con la posterior expulsión de la dirección de la OLP del Líbano hacia Tunez; la masacre del campo refugiados de Sabra y Chatila en 1982 por parte las milicias cristianas de la Falange libanesa y del ejército israelí; los enfrentamientos entre las tropas sionistas y Hezbollah y la retirada de las primeras del país; la más reciente retirada de las tropas sirias. El régimen que surge en 1990 supone la concentración y la subdivisión del poder político por parte de las fuerzas políticas militares de las diferentes comunidades. Una subdivisión que en la realidad actual prevé un Presidente cristiano, un Primer Ministro musulmán suní y un Presidente del Parlamento musulmán chií. A la vez, un Estado que no tiene el “monopolio de la violencia”, o más bien lo tiene “repartido” según las fuerzas que lo componen, por lo cual, además del ejército existen milicias, sobre todo en el caso de Hezbollah. “Libanización” se convierte así en una fórmula de “paz” estatal, o de estado de guerra contenida, basada en el reparto territorial del poder entre comunidades político-militares con base étnica confesional. No es casual que se haya hablado de modelo libanés de cara a Siria.

Como en otros casos, el modelo no resiste al tiempo y entonces a la memoria de su “eficacia”. Los jóvenes de 15 a 29 años no han conocido la guerra civil y sufren, según datos oficiales, una tasa de paro del 66%. Con la libra libanesa en caída libre, la inflación al 60% y una deuda pública del 170% del PIB, la economía libanesa se asoma al abismo. El reparto del poder según las fuerzas políticas comunitario-confesionales supone un sistema clientelista de la administración estatal, denunciada como “wasta” (enchufe). Muchísimos jóvenes, decenas de miles al año, emigran. No es casual, y es muy esperanzador, que es justamente en la juventud donde más evidente se hace el rechazo a las reglas sectarias del funcionamiento político, si bien las movilizaciones de octubre de 2019 no hayan abierto aun una dinámica intercomunitaria.

El fracaso de este modelo está llevando a una implosión del Estado, pero es un proceso que puede prolongarse, máxime con la intervención internacional, como la promovida por el presidente francés Macron.

Las preocupaciones hacia la realidad libanesa son evidentes y motivadas. Su desestabilización se da en un contexto regional extremadamente precario. El Líbano es además el territorio con más refugiados, de distinta procedencia, en relación a la población, por así decirlo, autóctona.

Las movilizaciones de denuncia después de la explosión en el puerto de Beirut están animadas por una esperanza de cambio. Las seguimos con solidaridad e interés, y justamente por esto, las miramos no de manera acrítica. Damos un paso atrás. También las movilizaciones iniciadas el 17 de octubre de 2019 evidenciaron valor y límites. Se insertaban en la ola contemporánea de cuestionamiento del orden político dominante, como en Iraq y, a escala menor, en Irán, mientras continuaban procesos indudablemente más consistentes y profundos en Sudán y Argelia.

Por lo tanto, procesos con elementos comunes pero también, como no podía ser de otra manera, no sólo con diferencias y especificidades sino también con niveles de conciencia y de intensidad distintos. Los protagonistas de estos procesos de protestas hacia los regímenes dominantes suelen definir sus movimientos como “revoluciones”. Con este término pretenden transmitir su hartazgo al poder político existente y sobretodo sus esperanzas de cambio. Sin embargo, esto no basta a cualificar una revolución. Nosotros hemos definido como revoluciones a los procesos humanos como los de 2011 en Egipto y Siria porque, además de un rechazo profundo hacia los regímenes opresores, sus protagonistas expresaban claramente exigencias éticas alternativas y formas independientes de organización de la comunión humana revolucionaria y, en parte, de la vida de las comunidades, como el ágora revolucionario de Plaza Tahrir o los Comités Locales de Coordinación en Siria. Nada parecido se ha dado en los movimientos de 2018 y 2019. Esta es una consideración que, antes que crítica hacia estos procesos, pretende destacar el enorme valor que, a distancia del tiempo, debemos reconocer a las “revoluciones de la gente común” de 2011. Pero además, incluso en algunos de los procesos más recientes, como el Hirak argelino y el movimiento sudanés, nos hemos encontrado con una amplitud, una determinación y una paciencia, además de una significativa y admirable actitud pacífica, seguramente muy superiores a las protestas libanesas. La Towra de octubre fue, en todo caso, una experiencia nueva e importante que, esperemos, pueda inspirar la reflexión en estos días. Reconocer los límites de la emersión humana en esta época supone comprender los enormes obstáculos, materiales, culturales y concienciales, con los que se encuentran las exigencias humanas de afirmar y mejorar la vida. Máxime en un momento en el cual se concentran, como sabemos, emergencias materiales, sociales y sanitarias de vario tipo.

Desde este punto de vista da la impresión, por las noticias que han llegado, que las manifestaciones libanesas hayan movilizado sobre todo a la comunidad cristiana, que ha sido además la más golpeada por la tragedia. La cuestión de las comunidades, el respeto y la confianza recíproca junto a una perspectiva de convivencia benéfica es evidentemente una cuestión clave, además de histórica. También en este caso, el mensaje inicial de la revolución siria es un ejemplo inspirador. En este sentido, si la denuncia a la corrupción del régimen basado en el reparto político abriera paso a una idea de superación de la división político militar entre las comunidades étnico culturales libanesas nos encontraríamos ante una importantísima novedad. Por el momento, las esperanzas parecen concentrarse en un plano electoral. El sistema político libanés, como se sabe, está repartido según los cargos. Y el gobierno concentra a todos los partidos. Por tanto, no hay acuerdo en el gobierno sobre una convocatoria electoral. Como no la hubo después del movimiento que la pedía en octubre. A este respecto, Hezbollah está en contra. Las declaraciones del primer ministro Diab y las dimisiones de varios ministros tienen el objetivo de superar este desacuerdo y forzar elecciones anticipadas. Sin embargo, incluso en caso de convocatoria, se abriría un fuerte debate sobre la ley electoral porque, con la actual, se reproducirían los mismos equilibrios actuales. Un cambio de la ley electoral, y una consecuente reducción del peso de los partidos tradicionales cristiano y sobre todo de Hezbollah, es lo que piden muchos manifestantes y es también el objetivo del presidente francés Macron y de las presiones que intentaba ejercer la tele Conferencia Internacional hace unos días.

Seguiremos por tanto los acontecimientos libaneses con atención, mientras el foco ya se desplaza hacia el reciente acuerdo entre el gobierno de Israel y los Emiratos Árabes Unidos que, mientras suaviza de momento los planes sionistas de anexión de Cisjordania, supone nuevos peligros para el pueblo palestino.

Movilizaciones en Líbano

– Rocco Rossetti (publicado en socialismolibertario.org)

La población libanesa vive bajo la conmoción de la tragedia que ha golpeado Beirut y de la negligencia criminal de las autoridades políticas que la ha provocado. La explosión del barco con 2.750 toneladas de nitrato de amonio, parado en el puerto durante 6 años, ha causado hasta ahora 158 muertos, más de 6.000 heridos, con cientos de miles de personas que han perdido sus casas. La solidaridad popular en las ayudas a las personas golpeadas se ha combinado con la indignación popular que ha inundado las calles de Beirut. Ayer, sábado 8 de agosto, se han registrado grandes movilizaciones.

La memoria va hacia el 14 de marzo de 2005, cuando las movilizaciones provocaron la salida de las tropas de ocupación sirias después del asesinato del antiguo primer ministro Rafiq Hariri. Y también al 17 de octubre de 2019, el día de inicio de la Thawra, la “revolución”, la movilización de masas que unió a mujeres y hombres de todas las comunidades étnico culturales libanesas justamente contra un régimen corrupto formado por los partidos de las diferentes comunidades y confesiones religiosas que históricamente se reparten el poder en el país.

Las manifestaciones de ayer han expresado un profundo y justificado hartazgo popular, con el cual nos solidarizamos, y que recuerda algunos aspectos de desconfianza hacia el poder político que hemos visto en otros ejemplos de la región.
Sin embargo en las protestas se han manifestado también contradicciones e ilusiones políticas. Cientos de personas han ocupado el Ministerio de Exterior, colgando dos grandes pancartas. Una decía «Beirut ciudad sin armas», en una evidente denuncia de Hezbolá, la otra «Beirut capital de la revolución». Miles de personas, concentradas en otras zonas de la ciudad, repetían en cambio las consignas de octubre de 2019.

En la Plaza de los Mártires, bajo un enorme cartel que anunciaba «el Día del Juicio» se han montado unas horcas de las que colgaban las siluetas de todos los líderes políticos del país. Se han lanzado consignas de denuncia como «Mi gobierno ha matado a mi pueblo» o «Erais unos corruptos, os habéis convertido en unos asesinos».

Los manifestantes han sufrido la represión policial pero han recibido también la solidaridad de los bomberos que se han negado a dispersarlos con mangueras. Sin embargo, en las protestas también se han asomado tentaciones violentistas.

Por otro lado, la radicalidad simbólica de la movilización convive con cierta confusión de cara a los objetivos y a los medios para alcanzarlos. La protesta carece de momento de organismos o instancias independientes y por tanto de una definición de perspectivas autónomas. Se denuncia al régimen pero se piden elecciones, propuesta relanzada por el primer ministro Diab, en las que participarían, evidentemente, las mismas fuerzas políticas de siempre. Y se manifiesta también cierta esperanza de que la solución pueda proceder de la intervención de las potencias políticas occidentales. De hecho, Emmanuel Macron ha viajado precipitadamente a Beirut y ha organizado para hoy una teleconferencia internacional de apoyo al Líbano, bajo el patrocinio de la ONU,
en la que participarán, entre otros, también los mandatarios de Alemania, Reino Unido, EEUU, Rusia, China, Egipto, Jordania.

A las potencias internacionales les importa poco el destino de las poblaciones y comunidades libanesas. Su intervención está dirigida a evitar la definitiva implosión del Estado libanés, cuyo derrumbe tendría consecuencias imprevisibles en los equilibrios regionales.

Manifestaciones en Siria

12 junio, 2020 – Lorenzo Picasso (publicado en socialismolibertario.org)

Entre el 7 y 8 de junio se han producido manifestaciones protagonizadas por centenares de personas en distintas localidades en Siria. En Sueida, una región situada en el suroeste del país y de mayoría drusa, un grupo de manifestantes llegó a desfilar delante del ayuntamiento gritando consignas contra el régimen y sus aliados Rusia e Irán, también mostrando su solidaridad con la gente de Deraa que está siendo sometida a un cordón de seguridad. “El pueblo quiere la caída del régimen” y “Revolución, libertad y justicia social” fueron algunos de los lemas coreados. En la misma Deraa otra manifestación había expresado contenidos parecidos evidenciando además con fuerza el malestar que vive la gente por el empeoramiento creciente de las condiciones de vida. La devaluación de la moneda siria y el cierre de muchos de los canales que permitían las remesas del dinero desde el extranjero están estrangulando la población civil ya sometida a años de represión y violencia que se suman a la tradicional corrupción del régimen. El acceso a alimentos básicos o al combustible por no hablar de los medicamentos se están convirtiendo en algo cada vez más complicado de alcanzar para la mayoría de los sirios. En este contexto resulta aún más impactante el coraje de quien ha elegido no callarse volviendo a sacar muchas de las consignas del revolución del 2011.

Solidaridad con Black Lives Matter: “En Siria hace mucho que no podemos respirar”

6 junio, 2020 – Leila Nachawati Rego (publicado en publico.es)

Los artistas sirios Aziz Asmar y Anis Hamdoun terminan un mural que representa a George Floyd, el afroamericano desarmado que murió mientras era arrestado por un oficial de policía de Minneapolis, en la ciudad de Binnish en la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria.AFP/OMAR HAJ KADOUR

“No puedo respirar”, se lee en el mural desplegado sobre un pequeño trozo de pared de lo que un día fue un edificio. Dos hombres acuclillados dan los últimos retoques a su creación: un grafiti que representa a George Floyd, el hombre afroamericano asfixiado por cuatro policías en Mineápolis el 25 de mayo. “No al racismo”, se lee también junto al dibujo en colores pastel. A su alrededor, cascotes, un par de casetas de cemento y brotes de maleza entre las piedras de un barrio destruido.

Los artistas son Aziz Asmar y Anas Hamdoun, del pueblo de Binnish, en la provincia siria de Idlib, una de las más castigadas por bombardeos de la aviación del régimen sirio y su aliado ruso en los últimos años. Tras recibir la noticia de la muerte de Floyd, ambos se pusieron manos a la obra y en unas horas crearon su propio homenaje.

“Nuestro mural envía un doble mensaje”, cuenta Aziz Asmar en entrevista telefónica. “Estamos en contra del racismo allá donde se dé, sobre todo si proviene de las instituciones y de quienes tienen la responsabilidad de proteger a la gente. Nos solidarizamos con quienes lo sufren porque la lucha contra el racismo es una causa humana, universal, que nos afecta a todos. Al mismo tiempo queremos llamar la atención a la asfixia que sufrimos en Siria. Aquí hace mucho que no podemos respirar”.

“La asfixia es literal”, señala Asmar, remitiendo al uso de armas químicas, perpetrado según la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas por el régimen sirio contra población civil. “El pueblo sirio lleva décadas sufriendo frente a la indiferencia del mundo, mientras los criminales siguen en el poder”, añade

La dimensión global de las protestas

El despliegue de solidaridad no es nuevo. Desde los inicios del levantamiento popular en marzo de 2011, diferentes manifestaciones artísticas y creativas han incidido en la dimensión internacional, global y humana de la lucha contra la dictadura en el país y en el resto de la región, conectándolas con las de otros contextos.

El ejemplo más popular de esa creatividad local que se proyecta a lo global es el pueblo de Kafranbel, en el noroeste de Idlib. El pequeño pueblo que resistió los ataques del régimen de Asad primero, de grupos extremistas con ISIS a la cabeza después, hasta caer a finales de 2018 de nuevo en manos del régimen, se convirtió en icono del proceso revolucionario con carteles y mensajes que enviaban un mensaje desde Siria al resto del mundo.

A la vez que representaban lo que se vivía en el país, los carteles expresaban solidaridad con las víctimas de sucesos tan diversos como el atentado de la maratón Boston o los de Bataclán en París, las masacres contra la población rohingya en Myanmar o los tiroteos en institutos en Estados Unidos. También con el movimiento “Black Lives Matter” y su “no puedo respirar” de 2014.

“No pretendemos comparar lo que ocurre aquí con lo que ocurre en otros lugares, como Estados Unidos”, subraya Asmar. “La destrucción y la impunidad que hemos sufrido y que seguimos sufriendo la población siria no se debe banalizar, pero para nosotros es importante no perder de vista lo que le ocurre al resto de la humanidad”.

Acogida digna y sin condiciones a los refugiados No a la guerra de Asad en Idlib

6 marzo, 2020 – Comunicado de Socialismo Libertario


Hace algunos meses, el régimen criminal sirio de Bashar el Asad con el apoyo ruso intensificó su ofensiva militar sobre Idlib, al noroeste de Siria, donde viven tres millones y medio de civiles. Ante el avance de las tropas sirias y rusas y la reacción de las milicias yihadistas de Hayat Tahrir al Sham y de las tropas turcas desplazadas en la zona, cientos de miles de personas se han visto obligadas a dejar atrás sus casas, marchando, a veces casi con lo puesto, hacia la frontera con Turquía. Muchas por enésima vez ya que habían llegado a Idlib desde otras zonas de Siria, para evitar ser masacrados o reprimidos por Asad. Una vez allí, aproximadamente unos tres millones setecientas mil personas, hombres y mujeres, niños y ancianos, han estado esperando en condiciones draconianas (sin apenas que comer, sin asistencia sanitaria, sin cobijo del que protegerse
de temperaturas de hasta -10oC, etc.) para poder salir de Siria. En las últimas semanas el gobierno turco, ha abierto las fronteras y ha facilitado que
cientos de miles de personas, sirios y sirias pero también iraquíes, afganos y paquistaníes, crucen Turquía hasta la frontera con Grecia. Con este
movimiento el gobierno turco, lejos de demostrar amistad con los refugiados, busca presionar a la Unión Europea y los convierte en peones de su juego político. Además abre las puertas a un éxodo masivo, no exento de peligros para millones de personas. De hecho, la pesadilla toma nuevos bríos al llegar a la frontera con Grecia, la cual no solo está cerrada a cal y canto, sino que además los refugiados son recibidos con botes de humo y cargas policiales. Así, en la tierra de nadie que separa las alambradas de ambas fronteras, la turca y la griega, la situación que había ya vivido en la frontera sirio-turca se repite. Para los y las que consiguen entrar en Grecia, la suerte no es mejor.
Denuncian haber sido maltratados y desvalijados por la policía griega, y posteriormente devueltos a la franja que separa ambas fronteras. Además
hemos podido ver como centenares de personas alentadas por la extrema derecha griega, se están organizando en algunos lugares para evitar que
los refugiados pasen la frontera y para impedir el trabajo de los cooperantes que trabajan con los refugiados en la isla de Lesbos. Por si fuera poco, el gobierno griego ha pedido ayuda al FRONTEX (la agencia europea de guardias de fronteras y costas), que está dispuesto a enviar a 700 agentes así como barcos y vehículos para patrullar la frontera. No por casualidad la Unión Europea, ha aplaudido la gestión griega en la frontera. Todos los Estados se están ensañando contra los refugiados sirios: atacados por el régimen criminal de Asad y sus aliados; empleados como armas de chantaje por el régimen turco; reprimidos y rechazados por el gobierno griego y la Unión Europea. Además, las asociaciones que intentan ayudarles sufren el acoso de los gobiernos y los ataques de la extrema derecha.
De cara al flujo imparable de millones de personas, tenemos la posibilidad de elegir ser mejores humanamente, más solidarios y sensibles. Por esto y ante esta terrible situación expresamos toda nuestra solidaridad y nuestra cercanía con refugiados e inmigrantes, hombres, mujeres, niños, niñas y ancianos que buscan una vida mejor y que, en este caso, huyen de la guerra en Siria; apoyamos el llamamiento que viene de asociaciones y sindicatos de Idlib para detener la guerra y prestar ayuda a la población civil; exigimos que se garantice asistencia humanitaria a las comunidades de refugiados y que se garantice una acogida digna y sin condiciones a los refugiados en los
territorios donde elijan vivir.
¡NO A LA GUERRA DE ASAD EN IDLIB!
¡ACOGIDA DIGNA Y SIN CONDICIONES DE TODAS LAS REFUGIADAS Y REFUGIADOS!

Con los refugiados y la gente de Siria

1 marzo, 2020 – por Rocco Rossetti (publicado en socialismolibertario.org)

Bombas de humo y porras de la policía griega contra hombres, mujeres y niños indefensos. Ésta es la bienvenida de la Unión Europa a los refugiados sirios en este nuevo episodio de su largo drama.
La guerra en la región siria de Idlib, provocada por la ofensiva del régimen criminal de Asad y de sus aliados y la reacción de las tropas turcas y de las milicias yihadistas de Hayat Tahrir al Sham, se agrava cada día más. Desde el inicio de la ofensiva de Asad en diciembre, ya eran cerca de 1.000.000 los desplazados en la región, cientos de víctimas mortales, entre las cuales muchos niños, destrucción de casas, escuelas y hospitales. Ahora, más de 3.500.000 de civiles están esperando cruzar la frontera con Turquía, donde ya residen cerca de 3.700.000 refugiados, y cuyo régimen reaccionario está abriendo estas fronteras como arma de chantaje con la Unión Europea, favoreciendo así un enorme y arriesgado éxodo. Millones de mujeres, hombres y niños indefensos, dentro y fuera de territorio sirio, se encuentran expuestos a los ataques militares, a las carencias alimentarias, a la falta de cobijo, al frío y a las epidemias. Todos los poderes estatales y militares conspiran contra la gente de Siria.
Apoyamos el llamamiento que viene de asociaciones y sindicatos de Idlib para detener la guerra y prestar ayuda a la población civil. Exigimos que se garantice asistencia humanitaria a las comunidades de refugiados que huyen del conflicto. Hacemos un llamamiento a la solidaridad para que se garantice una acogida digna y sin condiciones a los refugiados en los territorios donde elijan vivir.

Siria. Un llamamiento desde Idlib

9 febrero, 2020 – por Rocco Rossetti (publicado en socialismolibertario.org)

La situación en la región de Idlib, en el noroeste de Siria empeora. La ocupación militar por parte de Asad y de sus aliados ya está empezando. La población civil, más de 3.500.000 de personas refugiadas en este espacio para huir del régimen sirio, está sometida desde hace tiempo a la ofensiva militar del régimen, además de a la presencia represora de las fuerzas yihadistas-salafistas de Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Los choques entre las tropas sirias y las turcas son sólo una expresión superficial de la tragedia, ya que el régimen de Ankara está sobre todo preocupado por proteger sus fronteras dejando la región bajo control militar de HTS y expuesta a la ocupación de Asad.
Desde Idlib ha salido un llamamiento de sindicatos, organizaciones y asociaciones que denuncian la brutalidad de la intervención militar del régimen sirio, que está causando la muerte de cientos de civiles, la destrucción de miles de casas, infraestructuras y hospitales, provocando el desplazamiento de cerca de 600.000 personas entre diciembre y enero, llegando así a un total de 1.800.000, como confirman los informes de la ONU. También informan de que 3.500.000 de personas se están hacinando en áreas reducidas de la frontera de Turquía, con evidentes problemas de alojamiento y graves riesgos de orden alimentario y sanitario. Los firmantes desmontan la hipócrita propaganda de Asad: nadie ha pedido desde Idlib su intervención para protegerles del terrorismo. Ni el dictador de Damasco ni sus aliados son bienvenidos.
Se pide por tanto y por fin un plan de intervención internacional para proteger a la población civil. Aclaran que no reconocen la autoridad que un régimen sirio ilegítimo ha otorgado a las tropas rusas, iranís y de otras milicias que, por tanto, consideran fuerzas de ocupación ante las cuales reivindican el derecho a resistir. Es un llamamiento al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. Ante el cinismo de la «comunidad internacional» hacia el pueblo sirio, lo asumimos como un mensaje dirigido a la sensibilidad de quienes sepan reconocer la dignidad de estas mujeres y estos hombres de Siria y su derecho a la vida, a la libertad y al futuro.

Manifestaciones en Irán contra el régimen

14 enero, 2020 – por Rocco Rossetti (publicado en socialismolibertario.org)

Tercer día de protesta en Irán. Son miles los que desafían con coraje la represión y denuncian el derribo del avión ucraniano el 8 de enero, expresando sus condolencias por las 176 víctimas y condenando la lógica criminal y las mentiras del régimen teocrático sobre lo que ha sucedido.
Muchos salen a la calle después de 10 años, otros lo habían hecho ya en 2017 y el pasado noviembre.
Expresamos nuestra cercanía a quien ha perdido a sus seres queridos -víctimas inocentes del enfrentamiento entre Trump y Khamenei- y nuestra solidaridad a los protagonistas de estas movilizaciones. Así como a los jóvenes que en Iraq continúan pidiendo la retirada de todas las tropas extranjeras de ocupación.
El apoyo verbal e hipócrita de Trump a estas protestas, en cambio, sólo sirve para justificar la represión. Así como el asesinato terrorista de Soleimani, ordenado por él, ha servido a Alí Khamenei y a sus socios para convocar las manifestaciones multitudinarias en apoyo al régimen.
Trump y Khamenei son enemigos que, sin embargo, comparten la misma lógica belicista y opresiva en contraposición a la gente común, en la variante democrática el primero y teocrática el segundo.

El asesinato de Suleimani y el destino de los que siempre pierden

8 de enero,2020 – Leila Nachawati (publicado en el diario.es)

  • Uno de los principales objetivos del general asesinado fue reprimir por todos los medios las movilizaciones contra los Gobiernos y regímenes del eje iraní
  • El deseo de que las víctimas de Suleimani sean protegidas y honradas no es incompatible con la certeza de que Trump supone una amenaza para Oriente Próximo y, sobre todo, para quienes siempre pierden en las guerras que dirigen las grandes potencias

El reciente asesinato en Bagdad del general iraní Qasem Suleimani, responsable de una unidad de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní, ha generado numerosos análisis, muchos de ellos centrados en dicotomías en torno a su figura: ¿Era Suleimani el azote de ISIS o una amenaza para la paz en la región? ¿Debemos lamentar el asesinato del hombre fuerte de Irán o celebrar el fin de un terrorista peligroso?

En lo que respecta a Oriente Próximo, los análisis suelen girar en torno a intereses geopolíticos que obvian las dinámicas internas de cada contexto y sus consecuencias sobre la población. Visiones de tablero de ajedrez, de guerras proxy o por intermediación, en las que suelen estar ausentes las víctimas civiles de los conflictos. Sus verdaderos protagonistas. Quienes siempre pierden y siempre pueden perder más en los juegos de las grandes potencias.

¿Qué supone para las poblaciones de la región el asesinato de Suleimani? ¿Y qué implica que sea la administración estadounidense quien, unilateralmente y sin juicio, lo haya asesinado?

Condenar a Suleimani, honrar a sus víctimas

Muchos atribuyen a Suleimani el haber contribuido a la derrota militar de ISIS en la región. Sin desestimar su participación en una lucha en la que tuvieron un papel clave las fuerzas kurdas, la presencia del general en la región es muy anterior al surgimiento del grupo y se encuadra en la política expansionista iraní, de búsqueda de hegemonía chií en Oriente Medio, frente a la agenda de hegemonía suní de Arabia Saudí.

Uno de los principales objetivos del general, en el marco de esa agenda, fue reprimir desde el inicio con todas las medidas a su alcance el descontento popular contra los Gobiernos y regímenes que forman parte del eje iraní en la región.

En Siria, su papel fue clave en dar forma a una guerra en la que todas las líneas rojas se han traspasado, los mecanismos de protección de civiles brillan por su ausencia y la impunidad ha llegado al punto de normalizar los ataques a hospitales, colegios y otras instalaciones civiles. Physicians for Human Rights (PHR), un grupo de derechos humanos que monitorea los ataques a instalaciones médicas en Siria, ha documentado cientos de estos ataques desde 2011. PHS denuncia también el asesinato de cientos de trabajadores sanitarios y la tortura sistemática de personal médico.

Es difícil imaginar el devenir del conflicto sirio sin el papel clave de Irán en su apoyo al régimen sirio y sus violaciones de derechos humanos, entre ellas las medidas de «cambio demográfico o sectario», reubicaciones forzosas de grupos de población basados en su confesión religiosa. Según el portal de noticias sirio AlJumhuriya, «pocos individuos han causado en Siria el nivel de sufrimiento que ha causado Suleimani, el poderoso señor de la guerra iraní». Entre sus tácticas más infames está el uso del asedio y la hambruna, conocidas popularmente por las fuerzas del general como al-joo’ aw al-rukoo’ («morir de hambre o someterse»). Unas tácticas, ilegales según el derecho internacional, responsables de aterrorizar a grupos de población siria aislándolos e impidiendo su acceso a alimentos y medicinas en barrios como Yarmouk, Ghouta, Qusair y Muaddamia.

No es sorprendente por tanto que en Idlib, el último reducto fuera del control directo del Gobierno de Asad y sus aliados rusos e iraníes, la muerte de Suleimani fuese recibida con alivio, entre protestas contra las masacres por parte de las fuerzas de Irán, Rusia y Asad y el rechazo de autoritarismos locales como el que ostenta el grupo HTS (Hayat Tahrir al-Sham, escición de Al-Qaeda) en la región.

«En Irán sabemos cómo lidiar con las protestas»

También en Irak ha dejado su huella Suleimani, responsable de la represión de manifestaciones que desde hace meses sacuden el país, en protesta tanto contra la corrupción y la pésima gestión de las autoridades como de la injerencia extranjera en el país. Más de 500 manifestantes han sido asesinados sólo en los últimos meses. Pese a todo, las manifestaciones no han cesado.

El 5 de enero, poco después del asesinato del general, cientos de jóvenes iraquíes tomaron las calles para expresar su condena tanto a la injerencia estadounidense como a la iraní.

Suleimani ya era célebre por su brutalidad en la represión de manifestantes en su propio terreno, Irán. «En Irán sabemos cómo lidiar con las protestas», afirmaba unos meses antes de morir jactándose de la represión por la que eran conocidos los cuerpos de la Guardia Revolucionaria. El general replicó sus tácticas en Bagdad.

Ya a finales de los años 90 del siglo pasado, durante la revolución estudiantil que estalló en Teherán, el general destacó como uno de los firmantes de una carta en la que se exigía al presidente Jatami que «aplastase la rebelión estudiantil», y que de no hacerlo, el propio Suleimani se encargaría de sofocarla, amenazando también la propia permanencia en el poder de Jatami.

Desde entonces, y hasta las protestas más recientes, la represión no ha cesado. Amnistía Internacional denunciaba en diciembre la «masacre de manifestantes desarmados», el asesinato de más de 300 personas, la desaparición forzosa y tortura de manifestantes, algunos de ellos menores de 15 años. Entre ellos, periodistas como Mohammad Massa’ed, el activista kurdo por los derechos de los trabajadores Bakhtiar Rahimi, la estudiante Soha Mortezaei y defensores de los derechos de las minorías como Akbar Mohajeri, Ayoub Shiri, Davoud Shiri, Babak Hosseini Moghadam, Mohammad Mahmoudi, Shahin Barzegar y Yashar Piri.

Las consecuencias de la política belicista de Trump

El debido honor a las víctimas no debe eclipsar la amenaza que supone también Trump para la región, y sobre todo para quienes siempre pierden en las guerras que dirigen las grandes potencias. Su belicismo desenfrenado, su empleo de la táctica de «asesinatos selectivos» que popularizó la ocupación israelí tras el estallido de la Segunda Intifada y su amenaza a bienes culturales y arqueológicos iraníes y de la humanidad.

El presidente Trump, como recuerda la relatora para ejecuciones extrajudiciales de Naciones Unidas, Agnes Callamard, ha violado probablemente la legalidad internacional con la operación contra Suleimani.

El presidente de EEUU ha declarado una guerra abierta a Irán que con toda probabilidad se librará, como lleva décadas ocurriendo, en la región de Oriente Medio y con consecuencias impredecibles. Y sufrirán quienes siempre sufren en las guerras que deciden otros: la población siria, asediada desde hace años por los ejércitos de Asad, Irán y Rusia; la población iraquí, atrapada entre la injerencia estadounidense y la iraní; la población kurda, rehén de Erdogán y de peligrosas alianzas con Estados Unidos y Rusia; y la población palestina, que suele pagar el precio de cualquier estallido en la región, entre otros.

Como señala el medio egipcio Al Shorouk en su artículo ‘Los tres criminales: EEUU, Irán y Sadam’, en el que analiza las reacciones al asesinato en Irak, parece seguro que la muerte de Suleimani derivará en un enfrentamiento global en la región, en el que la única esperanza es la unión de la población para «expulsar de una vez por todas a iraníes y estadounidenses, como los iraquíes llevan semanas haciendo».

En palabras del investigador libanés Gilbert Achcar en su artículo ‘Ni EEUU ni Irán’: «A la luz de los acontecimientos parece que al menos el movimiento iraquí va a continuar. No deja de crecer el deseo de la mayoría de iraquíes, independientemente de su confesión religiosa, de poner fin a la instrumentalización que las distintas fuerzas hacen de su territorio como campo de batalla, para controlarlos».

«La situación del mundo árabe en los últimos años ha tocado fondo. Vive bajo una férrea ocupación extranjera: sionista, estadounidense, rusa, iraní y turca. Cada una de estas ocupaciones cuenta con sus propios agentes árabes», señala el autor. «Esperemos que en esta nueva década que comienza veamos el renacimiento popular en la región que comenzó en la década pasada en Túnez y que continuó recientemente en los movimientos populares de Irak y Líbano. Y que logremos la libertad y soberanía que tanto anhelan nuestros pueblos, sin las cuales será imposible alcanzar nuestras aspiraciones democráticas y sociales», añade.

Amir “ALMUARRI”

EL RAPERO DE IDLIB QUE CANTA CONTRA TODOS LOS FRENTES EN SIRIA

El rapero de Idlib Amir Almuarri muestra en su canción “En todos los frentes” el sufrimiento de la población siria. Su música es un grito contra quienes “se alimentan de la sangre de la gente común”.

Para conocer mejor el enorme valor de Amir damos a conocer varios artículos de gran interés ofrecidos en los últimos meses por Leila Nachawati .